martes, 22 de octubre de 2013

K2, la montaña de las montañas

Empieza donde todas las demás acaban. Simboliza la épica de los grandes exploradores que han intentado, muchos de ellos sin éxito, coronar su cima
Esta es la crónica de once años persiguiendo el sueño de conquistar un colmillo helado en el caos geológico de la cordillera del Karakórum

Y es también la historia del doloroso tributo que unos aventureros pagaron por ello
“El K2 es la montaña que más he amado en la vida y la que peor me ha tratado. Y encima se ha llevado a un amigo”. Esta amarga reflexión de Juanjo San Sebastián, un alpinista con pinta de boxeador y alma de poeta, la compartimos todos los amigos que vivimos con él hasta tres intentos a su cumbre a lo largo de once años. Entonces, ¿por qué volvíamos a ella una vez tras otra? Quizá, parte de la respuesta se encuentre en las fotografías que acompañan a esta narración. Mírenla, emergiendo como un colmillo helado del seno del más fabuloso caos geológico del planeta, el Karakórum. Sus líneas vertiginosas y desafiantes componen una pirámide de cristal, el ochomilmás bello y difícil, un pico majestuoso y despiadado, la montaña más cruel e imponente del mundo. Por ello se ha ganado el honroso título de montaña de las montañas. Empieza donde todas las demás acaban. Ni siquiera el Everest, que tan solo le supera en altitud, le disputa ese calificativo. Para comprender la magnitud de las dificultades que les separan baste comparar los datos de cuántos alpinistas –más de seis mil en el caso de la cima del mundo, apenas trescientos en el K2– han logrado su cima. Si subir es una auténtica hazaña, hay que tener en cuenta que uno de cada doce alpinistas que llegan a su cima, a 8.611 metros, no regresan para contarlo… Entre ellos, nuestro amigo Atxo Apellániz.

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